Editorial 16/05/2012
La segunda sesión ordinaria tuvo sus ‘condimentos’. No debería llamar la atención la presencia de “gente”, de miembros de la comunidad, de personas interesadas en escuchar de qué se habla, qué se debate, qué se discute, qué se dice en ese ámbito de la democracia.
En ese ámbito que aparece, normalmente, tan alejado de la gente. Nadie va al Concejo Deliberante. Sesiones tediosas, aburridas. Sesiones en las que se producen hechos que alejan, precisamente, a quienes tendrían que sentirse interesados por lo que allí sucede. Claro, pasa que si alguien que tiene muchas ganas de asistir al recinto se entera de que en la primera sesión ordinaria se aprobó, por citar un ejemplo, un convenio entre el Municipio y ARBA del año 2009, se preguntará “¿qué están haciendo? ¿Esto es en serio o están de joda? ¿Nadie dice nada?” No. Claro que se dieron cuenta, pero pasó. Algo que se “entiende” desde el oficialismo pero no desde la oposición, que se mantuvo en silencio.
Claro, pasa que si alguien que tienen muchas de asistir al recinto se entera de que al concejal Carlos Deschampos lo llamaron y lo “retaron” en la Planta Baja por presentar un proyecto para que alguien se ocupara de la Plaza Falucho. Pasa, también, que el Lord Mayor está bastante molesto con los concejales que “molestan” al Ejecutivo con pedidos de informes, sean estos sobre la Plaza Falucho o sobre el ensanche de la avenida Mariano Acosta.
Para algunos, el Concejo Deliberante debe ser sólo un apéndice del Ejecutivo. No puede tener vida propia y nadie, en el oficialismo, debería “sacar los pies del plato”.
Y, en general, así fue y así es. Quejas, insultos por lo bajo, críticas, pero todo sigue igual. Todos amontonados, con ideas divergentes, pero en bloque y, en definitiva, alineados.
Así está este Concejo, casi sin voces, con temores, con llamados y “retos”. Así está este ámbito sagrado y casi siempre silencioso.
Y así estaba cuando anoche comenzaron a sonar bombos y se escucharon cánticos y gritos que comenzaron en la Planta Baja. ¿Cómo no asustarse? ¿Cómo no tener miedo cuando a alguien le “comieron” la cabeza con la peligrosidad de “La Cámpora”? ¿Cómo no temer ante este desborde casi terrorista, con gritos y cánticos de apoyo al gobierno nacional, plagado de montoneros? ¿Cómo venir a este sitio sagrado y silencioso con banderas?
Este lugar impoluto no debe ser mancillado por jóvenes con barba o pelilargos, o pelados y en camiseta. Este sitio silencioso debiera mantenerse así. Con escasa participación y con asistencia de gente bien vestida, prolija y, por sobre todo, en silencio.
Pero, afortunadamente, no es así. Y anoche no fue así. No hubo sólo jóvenes de “La Cámpora”. También los hubo de otras agrupaciones y del oficialismo, también.
Este Panorama criticó con dureza algunos desbordes producidos en ocasiones anteriores, por ejemplo, en ocasión de debates por el arbolado o por el pedido de cambio de denominación de la calle Julio A. Roca. En aquella oportunidad hubo quienes silbaron, abuchearon o interrumpieron la sesión sin que ello representara modificación alguna del pensamiento de cada cual. Algo que opera de manera contraria a lo que se pretende. Una muestra de intolerancia ante la opinión del otro, cualquiera sea. En un ámbito donde se debe discutir pero están habilitados para hacerlo los representantes que votó la sociedad en su conjunto. Le guste a quien le guste.
Anoche, quienes asistieron al recinto, lo hicieron con respeto en todo momento.
No contestaron chicanas, no abuchearon ni gritaron. No respondieron a la gratuita alocución del concejal Hernán Troppiano de la UCR que, de manera inadecuada y provocativa desoyó lo expresado por el presidente de su propio bloque.
El ingeniero Jorge Negri resaltó las coincidencias por sobre las críticas o disidencias y expresó con absoluta claridad, en su exposición, que “vamos a dejar para otra oportunidad ese debate” marcando que había cuestiones en las que la UCR no concordaba o había realizado propuestas alternativas pero que no era “el momento”. Negri dejó en claro que la UCR se había mantenido históricamente en la misma postura política. Sin embargo, Troppiano descargó una andanada de críticas, centrándolas, en Néstor Kirchner y Cristina Fernández, de manera innecesaria.
Y no es cuestión de que alguien no pudiera expresarse sino que, una vez, al menos, se privilegien las coincidencias por sobre las disidencias, profundas o no. El “espíritu” de ambos proyectos sobre la expropiación del 51 por ciento de las acciones de Repsol YPF, el de la UCR y el del Frente para la Victoria, eran coincidentes. Y eso era lo que había que privilegiar por sobre cualquier “chicana”.
La actitud de los concejales de Unión Pro, de retirarse y no participar en la Sesión fue explicada. No marcaron su postura en el recinto y alguien pretendió justificar el hecho hablando de temor en el caso de Beatriz Dalmazzo. La explicación brindada por
Enrique Wallace a los colegas Iñaki Galarreta y Yamila Rachit, por la 98.9 indica que “lo que pasó anoche es lo que vieron todos, yo llegué alrededor de las 20:00 ya que 20:30 teníamos fijado el horario de labor parlamentaria. La sesión estaba prevista para las 21:00 y concurrí a la oficina donde tratamos los asuntos del día y en el momento en que estábamos reunidos con la doctora Lordén, el concejal Negri y el concejal Rinaldi, empezamos a escuchar en el hall central del piso superior del Municipio, bombos, gritos y cánticos. Era imposible mantener un diálogo por el ruido que había, nos pareció que no eran condiciones para que nosotros acudiéramos al recinto. El Concejo carece de todo sistema de seguridad, no hay policías; no hay nada. Uno se tiene que sentar en la banca y se tiene a un metro a gente que está gritando, que no deja hablar. Como ocurrió el año pasado cuando se trató el cambio de nombre de la calle Julio A. Roca y, como para nosotros no estaban dadas las condiciones, había un tema que sabíamos que podía dar motivo a que la oposición no coincidiera con el resto. ¿A vos te parece normal que todo ese lío que había en el hall central tiene que ocurrir?, que una opinión política esté en el hall central, a mí me parece que no. No es un partido de fútbol. En el Municipio me parece que no es una manera de actuar. En aquella sesión que faltó Ricardo, en un momento que hice un pedido corto, la verdad me sentí hostigado porque interrumpieron permanentemente. Estaban con banderitas, tamborcitos y eso ocurrió con esta misma facción política. Estoy dispuesto a debatir en forma civilizada, en forma adulta todas estas cuestiones. Cada uno tiene sus ideas y hay que respetarlas. Yo respeto sus ideas”.
Deberían haberse quedado los concejales de Unión Pro para plantear este tema en el ámbito adecuado y no a través de los medios. Lo sucedido meses atrás no valida, automáticamente, una reiteración. Cada uno habrá sacado sus conclusiones. Por un lado, los miembros de la agrupación La Cámpora y otros que acompañaron en el recinto, al parecer, elaboraron aquellos gestos y actitudes de la que fueron partícipes jóvenes de otras agrupaciones, además, como contrarios a un pleno debate democrático que se precie de tal.
Tanto Dalmazzo como Wallace, en este caso, se adelantaron a sucesos propios de la imaginación y no a una certeza incontrastable.
Los bombos, redoblantes o banderas no son patrimonio de ninguna agrupación política. Son parte de la fiesta, de la alegría y nunca debieran serlo del desborde o la violencia.
La intolerancia es otra cosa bien distinta. Para ello no hacen falta, siempre, ruidos fuertes, ni gritos ni cánticos. Ni banderas ni bombos.
Es una actitud que no se condice con la democracia.
Para tomar nota.
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